REGION - La Pampa
Semanario REGION
Del 21 al 27 de octubre de 2011 - Año 21 - Nº 1.015
R.N.P.I. Nº 359581

  
Damocles y la espada

Cuenta Marco Tulio Cicerón (106-43 a.C.), y Horacio (65-8 a.C.) también lo repite, que entre los años 405 y 367 antes de Cristo, existía en Siracusa un tirano llamado Dionisio, el Viejo, que era constantemente adulado por un cortesano de nombre Damocles, célebre no tanto por sus virtudes o por sus servicios a su patria, sino por su afán de disfrutar, sin mayor responsabilidad, de los honores del poder. Cansado de la falsía y la dualidad de Damocles, el tirano lo invitó a ocupar su lugar para que gozara de las grandezas del trono. Te haré sentir juez le dijo, y dio órdenes para que durante un día se lo tratara como rey. A tal fin le organizó un espléndido banquete pleno de delicias que satisfacían todos sus sentidos. En mitad del banquete le hicieron mirar hacia arriba: pendiente sobre su cabeza, y sostenida sólo por una hebra de crin de caballo, una pesada espada lo amenazaba silenciosamente. Pálido de terror y temblando, Damocles dejó escapar la copa de sus manos y renunció inmediatamente al papel que públicamente tanto había ansiado. Es que un hombre en medio de una aparente prosperidad puede ser golpeado por un peligro imprevisto o temido.
‑La historia cotidiana, que todos vivimos, nos hace vislumbrar por doquier tiranos como Dionisio, o cortesanos como Damocles. Muchas veces nos preguntamos si alguna de esas espadas que penden sobre las cabezas de los hombres notorios, son los símbolos de la justicia o de la venganza. Muchas veces también nos preguntaremos si los éxitos y honores que muchos ostentan son los de tiranos encubiertos o los de ciudadanos representativos. Quizás algunas veces hemos observado el festín de Dionisio o el de Damocles sin definir apropiadamente quién sustituye a quién.
Los personajes como Damocles tienen una visión unidireccional que les quita perspectiva de un entorno real, tal es así que siempre miran al poderoso pero nunca miran hacia arriba, por eso no ven la espada pendiente, y confunden los sentidos con los sentimientos, los argumentos con la razón, los discursos con la convicción, la escenografía con la realidad, la servidumbre con el servicio, y el éxito con la vocación.
Dentro del cálculo de probabilidades son infinitas las espadas que penden sobre las cabezas de los hombres y de los ciudadanos, pero ¿por qué permitir que ellas estén sostenidas por un solo hilo? Si bien es absolutamente imposible tener la seguridad en este mundo de que no ocurra un terremoto o un huracán que nos afecte, ¿cuál es el fundamento para que construyamos la casa en un tembladeral o para que seamos nosotros los que agitemos la tierra o soplemos el viento?
Quienes tienen la responsabilidad de tomar decisiones que influyen en las personas, o producen hechos que las afecta, tienen que darse cuenta de que no deben comportarse ni como Dionisio, ni como Damocles, y que las fiestas en donde no participa el pueblo todo, generan la sensación de injusticia, y a méritos iguales el sentimiento de discriminación. Porque no es válido el ser tirano, o cortesano adulón, para agraviar a los demás con festines que alguien paga sin ser comensal

Carlos Besanson
Conceptos ya publicados en Diario del Viajero280 del 9 de setiembre de 1992

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