Semanario REGION®

Del 12 al 18 de Junio de 2015 - Año 25 - Nº 1.182 - R.N.P.I. Nº 359581

Las falsas lealtades

 

La reiteración de algunos textos publicados hace un tiempo, no significa que he dejado de escribir. Lo hago para hacer presente situaciones que se repiten, porque no se valora la historia para preservar el futuro.

C. B.

 

En un mundo en que las cosas por sabidas se callan y por calladas se olvidan, lo que es demasiado obvio tiende a perder importancia arbitrariamente, y por lo tanto su real significación carece de presencia cotidiana en las conductas y actitudes.

Cuando un soldado jura ante la Bandera defenderla hasta morir está comprometiendo una actitud de vida que no se limita exclusivamente a esa tela ante la cual prestó juramento, sino frente a lo que simboliza la misma como representación, no sólo en su historia sino en su vigencia presente. Pero además está jurando la defensa de las instituciones de la República y la protección de los ciudadanos que la integran.

También cuando los integrantes de las fuerzas de seguridad, sean estas nacionales o provinciales juran, adquieren una responsabilidad mayor porque actúan como un brazo armado de la ley y la justicia, al servicio exclusivo de toda la comunidad.

En los últimos tiempos se está hablando de la necesidad imperiosa de la depuración de ciertos policías que tienen un índice elevado de corrupción institucionalizada. Lo que dificulta los cambios y bajas pertinentes son dos conceptos degenerados en su aplicación y encuadre. El primero da a entender que la autodepuración no es posible por un juego de lealtades que comprometen al uniforme, a la institución, y a la camaradería entre sus miembros.

Creo que todo uniforme va a ser respetado sólo cuando quienes lo llevan son respetables. Ni el hábito hace al monje, ni la toga del magistrado basta para hacer justicia. Cuando hablamos de la fuerza de una institución determinada, no podemos quedar circunscriptos al mero poder de fuego de la misma, sino a la capacidad real para cumplir una labor públicamente definida y solidariamente aceptada. La camaradería entre miembros de un organismo tiene un solo fundamento lícito que es la confianza recíproca en el cumplimiento del deber adquirido; de no ser así la falsa camaradería sería similar a la de los integrantes de una banda o de cualquier tipo de asociación ilícita que considere al silencio una manera de encubrir los delitos.

Han pasado algunos años desde que el concepto de la obediencia debida escondía delitos, que conocidos después, llenaron de vergüenza a toda una generación. ¿Cuál es la obediencia debida que hace que malos policías, malos jueces y malos funcionarios sean tolerados por sus pares?

También algunos comentarios periodísticos pueden llevarnos a conclusiones incorrectas. Cuando se dice que la depuración de varios miles de policías y funcionarios corruptos generará mucha mano de obra desocupada, parecería que podemos perder seguridad al pasar de bando a los despedidos y exonerados. Grave error de encuadre es éste por cuanto en realidad al actuar organizadamente en forma delictiva nunca estuvieron del lado de la ley, sólo son traidores a la Bandera que juraron defender, a las instituciones que debían apuntalar, y a sus conciudadanos que los consideraban integrantes de una misma Patria.

En otras palabras todo miembro de cualquiera de los tres poderes del Estado que actúe corruptamente en sus funciones está traicionando el mandato, directo o indirecto, de los ciudadanos y violando el esquema constitucional del servicio público.

Reitero no hay República vigente en donde reina una corrupción descarada que queda impune en el tiempo, y que se autoprotege con cómplices que apuestan a nuevos negocios-negociados. La función de la prensa puede ser útil para estimular la generación de anticuerpos necesarios, y para que las mismas instituciones, damnificadas en su prestigio, comiencen su patriótica autodepuración.

Carlos Besanson

Publicado en el Diario del Viajero n° 554 del 10 de diciembre de 1997