REGION - La Pampa
Semanario REGION®
Del 7 al 13 de noviembre de 2008
Año 18 - Nº 876 - R.N.P.I. Nº 359581

  
Editorial Diario del Viajero Nº 1123 – 5 de noviembre de 2008
La seguridad y las apuestas

Las advertencias y premoniciones cumplidas, si bien pueden dar la sensación, para quien las formula, de una capacidad adivinatoria, terminan fastidiando a su autor, porque su función de prevención generalizada no fue suficientemente exitosa.
Repasar textos ya publicados, ayuda a determinar cómo se han implementado medios legales, pero no legítimos, para ciertas injustas apropiaciones económicas.
Han sido muchos años, en los cuales la tolerancia irresponsable fue permitiendo una corrupción degradante, que terminó perjudicando por varias generaciones a la sociedad. El silencio cómplice de algunos y la búsqueda de migajas de otros, encubrieron los problemas y agrandaron sus consecuencias.
Recordar el pasado inmediato no implica aceptar un futuro esclavizante, pero vale repetir lo ya dicho en la edición n° 368 del 18 de mayo de 1994.

Carlos Besanson

La necesidad de trabajar es un imperativo del hombre moderno y de las sociedades en donde él actúa. Desde los comienzos el ser humano necesitó aplicar su inteligencia creadora, experiencia y fuerza para obtener resultados positivos en su labor. A medida que la civilización se perfeccionaba el habitante intentó mejorar sus métodos laborales para lograr una mayor eficiencia. No fueron solamente los creadores los que tuvieron que estudiar los problemas y sus posibles soluciones, sino también quienes integraron una fuerza laboral debieron capacitarse para aplicar nuevas metodologías.
Los primeros años del hombre son de aprendizaje y adquisición de destrezas laborales, ya sea en artes, oficios o profesiones. A medida que su edad avanza la experiencia perfecciona el conocimiento previo y alivia parcialmente el esfuerzo. Es la etapa de rendimiento y de resultados. También es el período en que uno se proyecta hacia el futuro e intenta hacer previsiones que lo protejan en los malos tiempos, generales o personales. El ahorro, producto del trabajo personal, es una manera de diferir el tiempo, es decir de capitalizar tiempo futuro
Este siglo, con un crecimiento desorbitado de la población mundial y simultáneamente con el desarrollo de nuevas técnicas, pero también de nuevas necesidades, generó sistemas destinados a encauzar el ahorro voluntario y a justificar el obligatorio. Nuestros abuelos inmigrantes protegían su futuro invirtiendo sus ahorros en casas que construían, y que luego alquilaban para tener ingresos seguros en su vejez. Sin embargo en 1944 una ley sobre regulación de alquileres cercenó sus expectativas de una ancianidad tranquila.
En la década de 1930 también aparecieron sociedades denominadas de ahorro y capitalización en las cuales muchas familias argentinas invirtieron sueños de tranquilidad futura. Mis padres integraron esa gran cantidad de personas que se sintieron decepcionados cuando descubrieron que los certificados, emitidos por firmas responsables, carecían ya de valor real. Ni las grandes empresas capitalizadoras, ni la gran publicidad y promoción desarrollada respaldaban esas láminas, que funcionaron como diplomas de buenos creyentes. Ninguna de esas empresas subsisten en la actualidad.
Muchos años después, en la década del 60, y ya siendo abogado, me tocó defender infinidad de casos de gente que aportó a las sociedades de ahorro y préstamo para la vivienda, de triste recuerdo para todos aquellos que llegaron en la segunda etapa de esa fallida cadena de la felicidad. Ninguna de esas empresas subsisten en la actualidad.
Otro impacto emocional importante para la sociedad argentina ocurrió en la década del ’80, cuando la expansión en la creación de casas bancarias, y el final poco feliz de ellas, licuó depósitos e inversiones de quienes creyeron en una versión casera de time is money, perdiendo el tiempo en recuperar el dinero puesto.
También en el rubro seguros, que en el fondo es capitalización de riesgos no producidos, se da actualmente una crisis sectorial que ha descalabrado a la mitad de las empresas especializadas en prevenir todo tipo de siniestros, menos el de sus insolvencias.
Todos estos intentos de dar seguridad al inversor o al ahorrista se convirtieron en el largo plazo en apuestas riesgosas. No fue suficiente la existencia de instituciones del Estado dedicadas exclusivamente a supervisar el manejo de las sociedades receptoras de dinero. Las crisis económicas generales o sectoriales quebraron las expectativas y los resultados. Durante décadas muchos de los directivos y ejecutivos fueron denunciados y algunos procesados, pero la recuperación de los dineros aportados fue parcial y circunstancial. Es que las grandes empresas financieras pueden contratar, desde el comienzo, grandes estudios de abogados que logran exculpar a priori los futuros conflictos de sus clientes
Ahora aparecen las Administradoras de Fondos de Jubilaciones y Pensiones. Permítame amigo lector decirle: que no cuenten conmigo. Sé que el Diario del Viajero se pierde con esta manifestación una suculenta campaña publicitaria, pero no puedo con el genio y jamás me atrevería a callar mis dudas, fundadas en años de observación y experiencia.
Y una última reflexión:            en momentos en que se reprocha con razón el despilfarro existente en algunos fondos públicos, no es prudente ni justo que esas administradoras, privilegiadas por la aplicación de la ley, gasten cifras insolentes en shows de ventas y en alegres promociones. La austeridad republicana también debe alcanzar a quienes, desde la actividad privada nos hablan de proteger nuestro futuro.    

C.B

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