REGION - La Pampa
Semanario REGION
Del 29 de Agosto al 4 de Septiembre de 2014 - Año 24 - Nº 1.146
R.N.P.I. Nº 359581

  
Felipe Pigna propone que el Día de la Industria sea el 3 de Junio

Dice el historiador Felipe Pigna: “La industria nacional, esa actividad atacada por las políticas neoliberales hasta lograr su casi extinción a fines de los 90, tiene su día en nuestro calendario oficial. Es el 2 de septiembre, en conmemoración de aquel día de 1587 cuando -se nos dice- se produjo la primera exportación argentina al exterior”.

Un acto de contrabando
Aquel 2 de septiembre de 1587 zarpó del fondeadero del Riachuelo, que hacía las veces de puerto de Buenos Aires, la carabela San Antonio al mando de un tal Antonio Pereyra con rumbo al Brasil. La nave llevaba en sus bodegas un cargamento fletado por el obispo del Tucumán fray Francisco de Vitoria. Se trataba de tejidos y sacos de harina producidos en la por entonces próspera y productiva Santiago del Estero. Lo notable es que, según denunció el gobernador del Tucumán, Ramírez de Velasco, dentro de las inocentes bolsas de harina se encontraban camuflados varios kilos de barras de plata del Potosí, cuya exportación estaba prohibida por real cédula. Es decir que la “primera exportación argentina” encubrió un acto de contrabando y comercio ilegal.

Un obispo negrero
El obispo Francisco de Vitoria, que había servido a un mercader en Charcas, pudo entablar allí relaciones comerciales con los miembros más notables de la Audiencia, lo que le permitió obtener un permiso para importar esclavos desde el Río de la Plata.
Vitoria fue uno de los pioneros del tráfico negrero en estas tierras. Sin embargo, el Consejo de Indias lo había propuesto “por ser muy buen letrado y predicador” y por poseer excelentes recomendaciones por su pasado de consejero de la Inquisición en España.
El gobernador (del Tucumán) Ramírez de Velasco denunció el contrabando practicado sistemáticamente por Vitoria, pero los miembros de la Audiencia, que participaban en el negocio, parecían no “oír” sus reclamos.
Decía Ramírez de Velasco en sus notas: “en esta ciudad está la iglesia catedral y por obispo de ella don Francisco de Vitoria, de la orden de Santo Domingo, (...) que si hay escasez de sacerdotes se debe, no a la pobreza de la tierra, sino a los malos tratamientos del prelado porque aun los legos no lo pueden sufrir. A mí me ha excomulgado dos veces. Todo su negocio es tratos y contratos”.

Regreso con esclavos
El resultado es que: La “nave del Día de la Industria” emprendió su regreso con ciento veinte pasajeros involuntarios (esclavos negros, destinados a las minas de Potosí, y varias decenas de campanas y cacerolas), pero fue abordado por el pirata inglés Thomas Cavendish y sus hombres. Al pirata, poco afecto a los rezos y sermones, no lo amedrentó la presencia del obispo, y se robó el barco con toda la mercadería y la mitad de los esclavos.
Vitoria, entonces, debió hacer obligadamente voto de pobreza y caminar casi desnudo hasta Buenos Aires, donde fue rescatado y, para desgracia de Ramírez de Velasco, devuelto a su diócesis.
Pero al año siguiente, vendió 60 esclavos en Potosí y reunió un capital interesante como para insistir con su negocio, esta vez en un navío propio con pasajeros que llevaban, entre todos, 40.000 a 45.000 pesos en plata.

Cambiar la fecha
Todos estos episodios culminaron con la separación del obispo de su diócesis. Pero lo que nunca imaginó el obispo Francisco de Vitoria es que su acto se transformaría en todo una alegoría de la Argentina contemporánea y que el calendario oficial le asignara un espacio destacado en sus caprichosas efemérides en el lugar que les corresponde sin duda a los argentinos que pensaron y lucharon verdaderamente por el desarrollo de la industria nacional, como Manuel Belgrano quien dijo: “Todas las naciones cultas se esmeran en que sus materias primas no salgan de sus estados a manufacturarse, y ponen todo su empeño en conseguir, no sólo darles nueva forma, sino aun atraer las del extranjero para ejecutar lo mismo. Y después venderlas”.
No estaría mal que celebremos entonces el 3 de junio, día del nacimiento de nuestro primer y entusiasta industrialista, Manuel Belgrano, como el Día de la Industria y dejemos de homenajear a esta actividad fundamental del quehacer nacional conmemorando un acto de comercio ilegal.

Fuente: Felipe Pigna, Los mitos de la historia argentina 1, Buenos Aires, Editorial Planeta, 2009
Subtítulos y adaptación: REGION®

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