REGION - La Pampa
Semanario REGION®
Del 24 al 30 de agosto de 2007 - Año 17 - Nº 819
R.N.P.I. Nº 359581

  
Editorial Diario del Viajero Nº 1.060 – 22 de agosto de 2007
Demostración por el absurdo

Publicado en el Diario del Viajero 709 del 29 de noviembre de 2000
Los mecanismos para argumentar, analizando y rebatiendo posiciones, tienen diferentes técnicas para lograr su objetivo. Una de ellas es la demostración por el absurdo. Este método permite destrabar ciertos silogismos que son cerrados en su lógica.
Pero a veces, es desconcertante cuando el absurdo se muestra cotidianamente en la realidad. La falta de un buen criterio orientador desalienta al ser humano, en la medida que su vida y su actividad pierden sentido, y también razón de ser.
Una sociedad integrada por individuos desconcertados, es una sociedad sin armonía suficiente como para disfrutar cada una de sus notas y melodías.
Si los ciudadanos no están inspirados y preparados debidamente, el pentagrama musical, compuesto por las normas legales, es de difícil interpretación por lo contradictorio
Si no tenemos un generalizado buen nivel  de ejecución, resultará lento y arduo que un buen director enseñe los movimientos adecuados. Más aún, es improbable que el buen director quiera jugarse con un mal elenco. Pero lo terrible es, cuando los directores ocasionales no saben bien la partitura, e improvisan públicamente su orquestación.
El arte de combinar los sonidos económico-sociales, de manera que formen armonía, melodía y ritmo es imprescindible en cada función, y en cada funcionario.Valga como meditación, una nota publicada en este diario diez años atrás, que parcialmente reproducimos.

Carlos Besanson

ESTE ES UN PAIS DE JODA
Publicado en el Diario del Viajero nº 218, del 3 de julio de 1991

Durante años enseñé en mis cursos de periodismo que el profesional de la comunicación debe aprender a hablar cotidianamente como si estuviera saliendo al aire frente al micrófono. Por lo tanto el título de este comentario se ha constituído en una excepción a esa regla porque es la síntesis de una historia real que pasó hace tiempo.
El personaje principal era un individuo muy pintoresco que gustaba mucho de la política y de sus avatares, como así también que dependía bastante del alcohol y de sus consecuencias. Se llamaba Lucas, murió hace poco y su figura enjuta se paseaba habitualmente por la calle Florida, mostrando a diestra y siniestra un tupido bigote tipo cola de caballo. Altamente politizado concurría a todo tipo de reunión, peña o cenáculo, en donde los rumores y comidillas eran la esencia de la acción cotidiana. Por lo tanto, la principal sede social de sus actividades era una confitería céntrica a la cual concurrían amigos, curiosos, e incluso algunos miembros de servicios de informaciones disfrazados de amigos y curiosos. Es que esa confitería era una de las tantas usinas de rumores que funcionaban en una ciudad que tenía mala información. Sería a fines de la década del ’60 cuando una nueva y larvada crisis militar agitaba los cenáculos. Lucas, ya con unas cuantas copas encima, empezó a hacer agudos comentarios en voz alta que terminaron molestando a un desinformado oficial de policía vestido de civil. Cuando Lucas terminó su análisis con un estentóreo “Este es un país de joda”, el oficial de policía se lo llevó preso. En la comisaría, después de sacarle los elementos que llevaba en sus bolsillos lo pasaron, desconsideradamente al calabozo, en espera de decisiones. En tanto, en la oficina de guardia, un auxiliar examinaba displicentemente la agenda del detenido, cuando vio con asombro y preocupación que en ella aparecían los nombres de hombres públicos que ocupaban cargos ministeriales algunos, y de nivel de secretarios de estado, otros. Su alarma llegó al tope cuando descubrió que ahí también figuraba el nombre del jefe de Policía con sus teléfonos personales. Rápidamente, comunicó la novedad al Comisario quien, preocupado, llamó al secretario privado del jefe de Policía, preguntándole como al pasar, si conocía a Lucas. La contestación fue terminante, Lucas era íntimo amigo del jefe  y por lo tanto de ninguna manera debía ser molestado por nadie de la repartición. Inmediatamente nuestro anti-héroe fue conducido al despacho del Comisario quien amablemente y con toda cortesía le hizo servir un café, lo convidó con cigarrillos, y le hizo unos chistes amigables para atemperar la situación. Más aún, le puso a disposición un vehículo, no identificable, para que lo llevara cómodamente hasta su casa y pasara por alto los agravios recibidos. Lucas, un poco sorprendido por el cambio de situación, salió de la comisaría, y al encontrarse en la puerta con el oficial que lo había detenido, y que en ese momento ya se había puesto el uniforme, le dijo socarronamente mientras le acariciaba la charretera: “No te dije, pibe, que éste es un país de joda.”

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