REGION - La Pampa
Semanario REGION®
Del 22 al 28 de febrero de 2008 - Año 18 - Nº 840
R.N.P.I. Nº 359581

  
Una provincia para descubrir que inspiró
paginas memorables de nuestro folklore
Catamarca: Desde la Cuesta del Portezuelo


A pocos kilómetros del centro de San Fernando del Valle de Catamarca, la ciudad capital de la provincia, está la pequeña localidad de El Portezuelo, en la ladera de la hermosa sierra de Ancasti, desde donde se inicia uno de los paseos más espectaculares de la región: El ascenso a La Cuesta del Portezuelo, un camino en zigzag por 20 kilómetros hasta los 1.680 metros de altura. Desde el mirador donde se evoca la famosa zamba, se observa, como en una pintura, la descripción de Polo Giménez con su «Paisaje de Catamarca, con mil distintos tonos de verde, un pueblito acá... otro más allá..., y un camino largo que baja y se pierde»...

El valle de San Fernando, en la provincia de Catamarca, se localiza entre dos sierras: Ambato al oeste y Ancasti al este. La ladera occidental de la sierra de Ancasti sumamente abrupta, da origen a uno de los paseos más originales de la geografía argentina: La Cuesta del Portezuelo, donde puede obtenerse bellísimas panorámicas que inspiraron la conocida zamba, con paradores utilizados para practicar aladeltismo y bajar en parapentes. Ambas laderas de la sierra, muestran distinta vegetación.


Catedral de San Fernando del Valle de Catamarca, ciudad de calles angostas como una postal del Siglo pasado.

Nido de águilas
La Sierra de Ancasti, bien merecedora de su nombre, que significa “nido de águilas”, ofrece un camino entre los árboles típicos de esta región: lapachos, quebrachos y palos borrachos que ponen toques de color blanco y rosa en la época de floración. A siete kilómetros de la base se encuentra el primer mirador, desde donde se divisan el valle de Catamarca y la sierra de Ambato, declinados en tantos verdes que parece que no alcanzara la vista para distinguirlos. Si se sigue subiendo, se puede ascender durante otros diez kilómetros de camino angosto y curvas muy cerradas -no se puede hacer este camino cuando se pronostica lluvia- para llegar hasta la cumbre. En esta elevada altiplanicie, ya no quedan árboles sino pastos de altura, y la temperatura puede ser bastante más baja que en el valle.

Dejando atrás este sector, el camino sigue por el pueblo de El Alto, el dique Collagasta -donde se pescan pejerreyes- y Las Cañas, hasta llegar a Bañados de Ovanta, la cabecera del departamento. En Los Altos hay secaderos de tabaco, y se pueden visitar también La Viña y el dique Sumampa antes de adentrarse en la Cuesta del Totoral, esta vez para descender en medio de un paisaje inesperado: una exuberante selva subtropical. Otra vez aparecen los lapachos, los violáceos jacarandás, los palos borrachos, los alisos, además helechos favorecidos por la humedad de estos faldeos donde se concentra la humedad de las lluvias.


Imponentes cactus definen la fisonomía de la ruta.

Alojarse en la capital
La ciudad de San Fernando del Valle de Catamarca puede conocerse en tan sólo una mañana, tras recorrer los puntos principales: La Plaza 25 de Mayo, a la sombra de grandes palos borrachos, palmeras y naranjos, una de las primeras plazas de la Argentina que durante el siglo XIX incorporó árboles, agua y luz. Frente a la plaza se levanta la imponente Catedral, con un frente de color rosa intenso que contrasta con el blanco de la contigua Casa de Gobierno.
Caminando por las calles céntricas las artesanías en alfarería son el principal recuerdo, además de increíbles tallas en rodocrosita, la piedra símbolo de la provincia y piedra nacional argentina.
Desde aquí se pueden comenzar itinerarios que llevan hasta la Puna catamarqueña y parajes de enorme valor arqueológico.


Secadero de tabaco en la Sierra de Ancasti.



Paisaje de Catamarca

Zamba de Polo Giménez

Desde la cuesta del Portezuelo
mirando abajo, parece un sueño;
un pueblito acá, otro más allá,
y un camino largo que baja y se pierde.

Allí un ranchito sombreao de higueras
y bajo el tala, durmiendo un perro;
y al atardecer, cuando baja el sol,
una majadita volviendo del cerro.

Paisaje de Catamarca
con mil distintos tonos de verde
un pueblito acá... otro más allá...
y un camino largo que baja y se pierde.

Y ya en la villa del Portezuelo,
con sus costumbres tan provincianas,
el cañizo acá... el tabaco allá...
y en la soga cuelgan quesillos de cabra.

Con una escoba de «pichanilla»
una chinita barriendo el patio;
y sobre el nogal, centenario ya,
se oye un chalchalero que ensaya su canto.

Paisaje de Catamarca
con mil distintos tonos de verde
un pueblito acá... otro más allá...
y un camino largo que baja y se pierde.

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